Bolivia es objeto de una atención constante del gobierno norteamericano. Hace unos días estuvo en La Paz el señor Arturo Valenzuela, secretario de estado adjunto para América Latina, y conversó con nuestro canciller David Choquehuanca. Aunque nada tiene que ver una cosa con la otra, estuvo aquí cuando la mancha de petróleo provocada por la explosión de una instalación de la British Petroleum (BP) sigue aumentando y amenaza cruzar el Atlántico. Tampoco tiene que ver con el brutal asalto israelí a la flota humanitaria que llevaba víveres y medicinas a la Franja de Gaza. En fin, que la situación internacional no está para hornear galletas.
El señor Valenzuela inició, el domingo 30 de mayo, una visita anunciada por el Departamento de Estado como gira por Ecuador, Colombia y Perú, para tratar "asuntos de interés mutuo, como la cooperación en materia de seguridad, la inclusión social, la competitividad económica y la prosperidad inclusiva, la gobernabilidad democrática y los Derechos Humanos”. Llama la atención que no se haya mencionado a Bolivia y que su estadía en La Paz fuese conocida sólo cuando concluyó la visita.
Oficialmente se anunció que, las conversaciones han sido fructíferas y se avanzó un 99% en el entendimiento entre los gobiernos de los presidentes Evo Morales y Barak Obama. Realmente, es un avance importante, teniendo en cuenta las denuncias de injerencia en nuestros asuntos internos, la expulsión de la DEA , las advertencias contra USAID y varios otros asuntos que no se han dicho pero que involucran esa relación de sometimiento que tuvimos durante tantos años.
Seguramente que los avances no han ocurrido en materia de seguridad, pues Bolivia está amenazada por Estados Unidos, como lo están Venezuela, Ecuador y otros más, con la instalación de bases militares desde las que, el gobierno de Washington, se arroga la potestad de vigilar a nuestros países. Esta vigilancia no tiene el sentido formal de advertir que están ocurriendo hechos irregulares, sino de determinar qué medidas de fuerza debe llevar a cabo para impedir acciones de los movimientos sociales y de los gobiernos que militan en el proceso de cambio. Lo saben con claridad y mostrando las heridas frescas, países de Centroamérica. Lo saben también en Asia y el Medio Oriente y, según las ácidas declaraciones de la señora Clinton, también lo sabrán pronto en el Lejano Oriente.
El siguiente tema mencionado es inclusión social. Es realmente un apartado sobre el que podemos extendernos largamente y podría esperarse buenos resultados, siempre que haya buenas intenciones. Estados Unidos de Norteamérica tiene una larga historia que puede ser útil para mostrarnos los extremos a que puede llegar la exclusión, la discriminación y el racismo. También tenemos aquí una historia abundante en sucesos de ese tipo que llegan hasta ahora. Debemos avanzar en términos de igualdad, compartiendo criterios y experiencias.
Competitividad económica aparece en la agenda del señor Valenzuela, según el Departamento de Estado. Hasta donde ha sido posible plantearnos una relación económica con la potencia mundial, el término se refiere única y exclusivamente a la total apertura de los mercados nuestros a cambio de conceder franjas estrechas de exportación a Estados Unidos, bajo severas medidas de control. Todavía está fresca la memoria de aquel desplante de un embajador estadounidense en Bolivia cuando se denunció que el trigo que llegaba de su país era transgénico, que transgredía la ley boliviana que prohibía la importación de este tipo de productos. El comentario poco diplomático fue: eso come el pueblo norteamericano y eso vendemos. Al día siguiente, el gobierno boliviano de entonces emitió un decreto disponiendo una excepción para el trigo de Estados Unidos. Ese tipo de competitividad es la que hemos rechazado y rechazamos.
Prosperidad inclusiva. Frase encantadora que podría contraponerse a inclusión social. Durante decenas y decenas de años que, sumando, se hicieron siglos, nos han dicho que la prosperidad de unos, cuando llegue a niveles altos, comenzará a derramarse sobre el resto de los pueblos. Por eso, debemos hacer y seguir haciendo el esfuerzo de entregar nuestros recursos a fin de que ellos logren la prosperidad que nos incluirá algún día, situado en un lugar y momento imprecisos. La CEPAL ha inventado más de una decena de métodos, todos los cuales dicen aproximadamente lo mismo: ustedes, países en vías de desarrollo, produzcan más y más para satisfacer las necesidades de la prosperidad. Claro que, en las actuales circunstancias, el gobierno de Obama poco puede hablar de prosperidad.
Finalmente pone énfasis en gobernabilidad democrática y derechos humanos. Sobre lo primero, en Washington, debieran hacerse una crítica severa. Hay que recordar los escandalosos fraudes con los que se ungió presidente George W. Bush y la farsa electoral que costó cientos de millones de dólares por esa disputa interna entre Hillary Clinton y Barak Obama. Entonces hablaremos de derechos humanos. Diremos que es necesaria una revisión a fondo de los métodos carcelarios de Estados Unidos de Norteamérica que mantiene cárceles en Guantánamo e incluso algunos aliados europeos, donde permanecen presos árabes y personas de otras nacionalidades, sin acceso a las garantías legales.
Habrá que hablar también de Bolivia. Porque tenemos que pagar internamente una deuda muy grande. No se trata de prosperidad ni de competitividad, sino de las mínimas condiciones para vivir, condiciones de las que carece la mayoría de la población. Por supuesto que tenemos esa tarea por delante y sería oportuno y prometedor que uno o varios países que se enriquecieron con nuestros recursos, comprometieran su ayuda para lograr ese objetivo. Pero ya sabemos que la ayuda viene de los amigos, nunca de los negociantes ni de los explotadores.
Falta uno por ciento para resolver las diferencias que hay entre Bolivia y Estados Unidos de Norteamérica. Los temas que hemos descrito forman parte de ese uno por ciento de distancia entre la concepción que tenemos sobre relaciones diplomáticas y las que tiene Washington. Lo que no nos hemos preguntado todavía es: ¿a qué vino el señor Arturo Valenzuela?___ Antonio Peredo Leigue , Junio 6, 2010